“Conmoción cerebral” es una entidad que ha ido ganando reconocimiento recientemente por la población debido a la cobertura de los medios. Pero no siempre se le difundió como debía.
Para que esto ocurriera, investigadores tuvieron que demostrar evidencia sólida de cambios en la función cerebral. Se sabe que existen problemas a largo plazo con la conmoción cerebral, pero también problemas a corto plazo.
Es importante mencionar que, en deportes de contacto, atletas pueden ser golpeados múltiples veces, pero no quiere decir que cada impacto es una conmoción. Este tipo de impacto no provoca pérdida de la conciencia o cambios en la función cerebral, y el efecto aditivo que podrían tener estos impactos pequeños son desconocidos, por lo que investigadores se preguntan:
¿Los impactos repetidos (sin llegar a ser conmoción cerebral) tienen algún efecto en la habilidad cognitiva?
La función cognitiva es el proceso del pensamiento, el juicio, resolución de problemas y aprendizaje.
Se realizó un estudio que incluía 214 atletas de fútbol americano y hockey, donde se les colocaba un equipo en sus cascos que registraba la fuerza y el tiempo de impactos durante una temporada. Y se comparaban contra 45 atletas de deportes sin contacto (corredores). Se excluyeron atletas que tuvieran una conmoción durante la temporada o que hayan tenido una previamente.
Estos atletas fueron sujetos a pruebas que evaluaban su memoria, concentración, habilidad para resolver problemas, tiempo de reacción y capacidad de aprendizaje. Cada atleta fue evaluado previo a la temporada y al final de la temporada.
¿Cuáles fueron los resultados?
Como grupo, no hubo diferencia cuando se comparaba el inicio con el final de la temporada.
Tampoco hubo diferencia entre la pre-temporada de atletas de contacto contra los atletas de deportes “no-contacto”.
¿Qué relevancia tienen estos resultados?
Es importante porque desconocemos el efecto aditivo que podría tener los impactos leves cefálicos. Conocemos los efectos de la conmoción cerebral, a largo plazo y a corto plazo, pero no de estos impactos leves.
Y quizá habrá que revisar la metodología de estos estudios, sobre todo por el tiempo de evaluación, pero aparentemente son buenas noticias para los deportes de contacto.

¿Qué es la conmoción cerebral?
Es un tipo de traumatismo cráneo-encefálico, considerado leve en su clasificación. La Academia Americana de Neurología lo define como: “Alteración traumática en el estatus mental que puede o no incluir alteración de la conciencia”.
Cualquier deporte puede provocar conmociones, por obvias razones el fútbol americano y el hockey son los deportes que más las presentan. Pero pueden ocurrir en cualquier deporte. Los síntomas incluyen:
- Mirada perdida
- Confusión
- Mareo
- Problemas de memoria
- Alteración del balance
- Náusea / Vómito
Existe una manera de estadificar la conmoción
- Grado I : La confusión dura <15 minutos, nunca pierden conciencia
- Grado II: La confusión dura >15 minutos, sin pérdida de conciencia
- Grado III: Se pierde conciencia.
Cualquier pérdida de conciencia, debe ser evaluada con una examinación neurológica detallada y completa, junto con un estudio de neuro-imagen.
Síndrome Post-conmoción
La mayoría de los atletas se recuperan de una conmoción en horas, días o máximo semanas. Pero hay evidencia que el tener una 2da conmoción tras recuperarse de la primera puede provocar alteración del pensamiento, atención, concentración y otras funciones cerebrales. Puede dar algo conocido como “Encefalopatía Crónica – Traumática”, dando una clínica similar a la demencia por Enfermedad de Alzheimer. (Problema frecuente sufrido por Boxeadores)
Tratamiento
El tratamiento siempre debe ocurrir previo a la lesión, debe prevenirse el traumatismo. La protección debe ser mandatorio en los deportes de contacto. Debe hacerse una revisión exhaustiva en las personas que han sufrido conmoción, incluyendo pruebas neuro-psicológicas y evaluar adecuadamente el retorno a su actividad deportiva en su debido tiempo.
Referencias
Clark, D. “Effects of repeated mild head impacts in contact sports” Neurology, May 29, 2012; 78 (22)